jueves, 11 de septiembre de 2014

Eugenia



Rafael Arraiz Lucca
Este poema él se lo escribe a su hija cuando estaba en gestación

Además de tener dispuesto para el momento de tu aparición
el viejo moisés que usó la abuela,
el dibujo de un perrito en la pared,
una despensa de ungüento
para hacerte las cosas menos ásperas
y escarpines de muchos colores
para que vayas reconociendo la pluralidad,
se me ocurre que, si hubieses podido,
me habrías exigido un pequeño manual,
algunas instrucciones que indicasen
las precauciones necesarias.

Por lo pronto, es apropiado
que vayas sola e irresponsable
por el imperio de tu mundo,
con el tiempo irás sabiendo
que la impunidad no existe,
que sólo hablan los hechos,
que si te creíste segura,
estabas totalmente equivocada.

Para cuando aquellos que te trajeron
estén ansiosos de conocer tus habilidades,
para cuando termines por comprender
que los muchos aviones que pasan, pasan
si no te calificas para subir las escaleras,
para cuando sepas que eres tú
frente a la molicie de las cosas
estarás -con toda razón- aterrada

(...)

Yo, pocas cosas puedo decirte
salvo que la alegría ayuda como pocas
a seguir en la cubierta del barco, respirando;
que si alguna de las virtudes es indispensable,
la tolerancia es la primera
ella te regalará lucidez
y algo que todos dicen buscar sin descanso:
la paciente y esquiva justicia,
siempre hábil para escaparse
como los peces babosos de los ríos.

(...)

Si crees encontrar en mis palabras alguna claridad,
no te engañes; hablo desde la confusión.
En esta eventualidad
probablemente viva un secreto:
la vieja clave de no dejarse llevar
por el juicio final;
deja a los mediocres el ínfimo acierto
de creerse dueños de la veracidad
y busca la trastienda,
ama la duda y, más que ella,
ama a quienes la ejercen con nobleza,
no creas en las respuestas primeras
si no vienen del rayo de la intuición
de quienes comparten tu precariedad,
afinca tus pasos en las calles largas
y, cuando te venza la fatiga,
convérsales a tus compañeros de ruta, para encontrar
el eco de tu cansancio y la fuerza,
la terquedad de la ternura.

Arráncale el sentido al lugar común:
estamos solos en el mundo
porque, más allá de escucharlo mil veces,
es tan cierto como la fragilidad de estas letras
y tan preciso como que la capital del paraíso
es la fiesta de tus primeros años.

…..
Este texto forma parte del libro de poesía Linajes. Es un homenaje de cuatro escritores a sus hijas e hijos y a sus padres. La obra me llegó al alma. Acá puedes leer mi reseña.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario